En cierta ocasión un padre llevó a su hijo a un museo para entretenerlo. Pero por dos horas el chico no hizo otra cosa sino suspirar y quejarse. Finalmente en la desesperación le dijo a su padre: —¡Papá, vámonos a un lugar en donde las cosas sean reales! Algunas personas piensan lo mismo cuando leen la Biblia. Se figuran que están en un museo religioso, mirando artefactos antiguos que no tienen significado para la vida en el mundo
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